Estaba a un paso de ponerle punto final al texto cuando los golpes en la puerta sonaron desesper
- ¿Quién mierda golpea? –grité, apoyando el ojo en la mirilla.
Reinó el silencio y, frente a mi ojo inquieto, unos labios rojos como la sangre dejaban vislumbrar dos pequeñas paletas blancas como
- ¿En qué apuro se encuentra la preciosa dama, para dar tremendos golpes? -sonreí galante.
- On me persuit. Laisse moi entrer -dijo agitada.
- Habla francés
- Hablo español también, se sacó el abrigo y, haciendo a un l
- ¿Qué le hizo pensar que confiaría en una francesa y no en una argentina?
- El hecho que est
- Ahora sí me arrepiento de haber abierto la puerta. ¿Una copa de vino o algo fresco?
- ¿Vous avez vu? Vino tinto, gracias.
- Le puedo pedir que me explique porque tocó a mi puerta con tanto apremio -dije calmo mientras pensaba si quedaría alguna copa limpia.
- Au temps le temps -contestó mostrando otra vez la blancura de sus dientes.
Estaba extrañ
- ¿Qué la trae a mi palacio porteño-francés, mademoiselle?
- Estoy un poco cansada. Si no le importa voy a dormir.
- ¿Acaso le interesa si me importa? No creo tener muchas posibilidades de decirle que no.
- Sí, me interesa su opinión y más de lo que cree. Sin embargo, tiene razón, no hay posibilidad de que me contradiga -dijo recostándose -Y menos ahora que he podido encontrarlo.
- Insisto en contr
- Entonces podría quedarme recost
- Suena justo -dije- ¿Cuál es el motivo de su grata intromisión en mis dominios? Dijo que la perseguían. ¿Se puede saber quiénes?
- Una mentira piadosa. Lo primero que se me ocurrió para que abriera su puerta. Mi objetivo era estar aquí. Hasta ahora lo he logrado.
- La felicito. Veo que cuando quiere algo, lo toma sin reparo alguno.
- Ni tanto ni tan poco. Pero soy astuta. La vida que llevo me ha enseñado mucho y, en lo que se refiere a mi supervivencia, soy capaz de cualquier cosa. Instinto, dicen.
- ¿Superviven
- Lo tengo claro. Aunque tal vez, centrarlo en usted mismo y brindarle esa sensación de confort, sea parte de mi estrategia para conseguir algo más importante que haber entr
- Con lo dicho acaba de desandar los pasos que había avanzado. ¿Acaso hay cambio de estrategia?
- Para nada, Horacio.
- Veo que sabe mi nombre. Lo extraño es que no me asombra.
- Está entonces más relajado.
- Puede ser. Ahora que estoy más relajado, merecería saber su nombre y acercarme a la verdad que esconde su visita.
- Se siente merecedor de lo que le pertenece. Es natural.
- No dije que me perteneciera, si no que mi actitud podría ser correspondida con algunas respuestas.
- Es verdad. Yo lo dije y no usted. Y lo dije yo, porque sí le pertenezco.
- Entonces, si usted me pertenece: que se haga mi voluntad. ¿Cómo se llama? ¿A que vino? ¿Qué me impide tomarla del brazo y echarla a patadas?
- Justo la actitud que esperaba. Dominante. El dueño. El creador. Aunque ciego, sordo y desatento. Soy Emmanuèle, Horacio -dijo, se levantó y fue directo a mi escritorio.
- ¡¿Emmanuèle?! ¿Qué hacés acá? Es imposible. Vos no podés estar... Si yo…
- Es posible. Acá estoy. No es casualidad que estés a un paso de ponerle punto final a esta novela y yo golpee a tu puerta. ¿No te pareció extraño? ¿No sentiste alguna conexión? -tomó la novela y la apretó contra el pecho.
- Sí. No. En realidad no sé… Había algo… No sabría explicarlo.
- Soy tuya. Soy vos. Soy yo y vos, tu creación. Lo que quisiste crear para mí, para ti. Sin que yo pudiera hacer nada al respecto. Sin que yo pudiera opinar hasta que no estuviera todo dicho. Y dicho todo, vengo a cambiar algunos detalles. Lo que de vos a mí, no quiero ser yo.
- Pero… -quedé mudo. Me recosté en el sofá. Emmanuèle. Es hermosa. Es mía. Está aquí, pensé.
- Pero… n
(Fin de la conversación y comencé a rescribir la novela).
Sebastián Correa.